jueves, 22 de marzo de 2018

TMNT, 1990.

La prostitución de la nostalgia es tendencia. Stranger Things busca de forma grotesca apelar al pasado y cautivar nuevas audiencias. Esta serie no es mas que un cúmulo de referencias al cine ochentero. Yo no he caído en la trampa. Le tengo aversión a Stranger Things. Sin embargo, esa burda revisión del pasado me hizo re-descubrir una película de mi infancia: TMNT de 1990. Es posible que pocos sepan de qué hablo, porque sólo conocen la nueva saga que inició en 2014. La película de 1990 es insuperable, sin lugar a discusión. Basta evocar un par de escenas, y conste que me limito a dos, pero suficientes para demoler los bodrios recientes. Splinter conversa con Raphael. Se acerca más a un monólogo porque Raphael no interviene. Splinter le dice:
«La primera regla de mi maestro Yoshi fue... ‘poseer el pensamiento justo’. Sólo entonces puede uno recibir los dones de la fuerza, el conocimiento y la paz. He intentado canalizar tu ira Rafael, pero queda más. La ira nubla la mente. Interiorizada, es un enemigo inconquistable. Eres único entre tus hermanos, ya que eliges enfrentarte solo a este enemigo. Pero al enfrentarlo, no te olvides de ellos. Y no te olvides de mi. Estoy aquí, hijo mío».
Diálogos muy profundos para una película infantil. Esto parecerá renuencia a lo nuevo pero no es así. Creo que las generaciones anteriores no éramos tan vacías como las actuales que, inconformes ante todo, reaccionan con rabia, impotencia o falsa superioridad moral e intelectual. No conocen lo que es detenerse para un momento de calma y reflexión. Lo suyo son baratijas “new age” y doctrinas post-modernas que maman de YouTube. Porque ni siquiera leen. Y lo poco que leen les ofende. Son muy cuidadosos de replicar sólo aquello acorde a su narrativa. En la segunda escena, Splinter se comunica con los cuatro héroes. En una meditación conjunta logran contactar con la conciencia de su maestro, que les dice:
«Estoy orgulloso de ustedes, hijos míos. Esta noche han aprendido la última y más grande verdad del Ninja: que la maestría definitiva no proviene del cuerpo, sino de la mente. Juntos, no hay nada cuyas cuatro mentes no puedan lograr. Ayúdense unos a otros, apóyense unos a otros, y siempre recuerden la verdadera fuerza que los ata. La misma que me trajo aquí esta noche, y que con gusto devuelvo con mis últimas palabras: los amo a todos, hijos míos».
Líneas como estas resultarían incomprensibles para un millenial o posterior. El amor de un padre a sus hijos y su consejo de apoyo mutuo son conceptos que las generaciones actuales no conocen. El “slang” es característico de las tortugas ninja, pero no las define. Tienen un lado más espiritual y complejo. El cine para niños y adolescentes actual teme abordar temas como el miedo, la tristeza o la ira. Se limita a lo que asegure ganancia económica: slang, clichés y superficialidad… justo a la medida de la mentalidad millennial y posterior.