Me propuse retomar la lectura con el ritmo de antaño. En los días más agudos de exilio no hacía otra cosa. No devoraba libro tras libro sino que leía unos cuantos una y otra vez. Sin acceso a un ordenador leía como se debe: cómodamente en un sillón o recostado con el libro en las manos. Ahora existen dispositivos que intentan simular la experiencia pero no es lo mismo. No me gustaría depender de un artefacto que a la postre será inservible. Así que por los viejos tiempos y este austero estilo de vida seré fiel a los libros hasta el fin de mis días.