domingo, 17 de diciembre de 2017

Lo leído en 2017.

“Psicoanálisis ¡vaya timo!”, Carlos Santamaría y Ascensión Fumero.

“¿Tenían ombligo Adán y Eva?”, Martin Gardner.

“Sin conciencia”, Robert Hare.

“Mientras escribo”, Stephen King.

“Meditaciones”, Marco Aurelio.

A pesar de ser lectura ligera me costó mucho trabajo leerlos.

Caio Resende

domingo, 12 de noviembre de 2017

"Cañitas" de Carlos Trejo.

Atentados contra la cultura y el buen gusto sobran y los habrá siempre. Desde el arte posmoderno a las guerras; de las sectas que quieren imponer su pensar único, al reggaetón. En México no queremos quedarnos atrás en cuanto a atentados literarios y hemos triunfado. Nuestro adalid, Carlos Trejo. Su obra, Cañitas (1995).

No me atrevería a catalogarlo como el peor libro de la historia. Estoy seguro que los hay más cutres, pero están mejor escritos. La redacción de Cañitas es catastrófica. Es difícil creer que haya sido escrito por un adulto; parece la narración de un niño de diez años y aún un chiquillo podría hacerlo mil veces mejor. Cañitas es una mancha indeleble que como lector te acompañará por siempre. Leer ese bodrio es ultraje intelectual.

Después se reeditó, aumentado, no corregido. Hay que tener agallas para volver a publicar un texto que exigía rectificación. Carlos Trejo, el trol de trols, respetuoso de su arrebato literario, lo conservó intacto. El muy cabrón volvió a recetarnos el mismo cuento y la lacra de México lo encumbró más que a José Emilio Pacheco (no exagero: los hay que jamás leerán Batallas en el Desierto pero cómo atesoran Cañitas).

Ahora pasemos a la historia, cuyas referencias aquí pueden ser erradas debido al tiempo que ha pasado desde que la leí... bah, además ni me importa. Cañitas narra el encuentro del autor a inicios de los 80's con fuerzas malignas y sobrenaturales que se atrincheran en su casa y le agravian moviendo objetos, reduciendo la temperatura, emanando malos olores, averiando la cafetera, el tostador (el horno de microondas no, porque en ese entonces no había), fundiendo focos e impidiendo que la luz del sol penetre felizmente por las ventanas... todo por jugar la Ouija. Algo así como Poltergeist pero sin presupuesto.

Carlos Trejo no es dejado y combate las fuerzas del mal que lo quieren echar de su inmueble. Consulta brujos, brujas, especialistas de lo paranormal, realiza limpias y hace bendecir la casa, pero nada surte efecto. En represalia los espíritus malignos (encabezados por uno que se cree monje) provocan la muerte a los más cercanos a Carlos, hacen sangrar la biblia del sacerdote y emiten rugidos en rechazo. Finalmente todo queda en empate: los espíritus no se van pero le bajan dos rayas a su desmadre y Carlos Trejo se resigna a cohabitar con ellos.

No voy a especular sobre la veracidad de la historia. Honestamente no puedo mas que considerarla una patraña mal estructurada y eso sin entrar en detalles de las mentiras e inconsistencias que posteriormente se expusieron en programas matutinos. Por ejemplo, el libro menciona personas fallecidas que después fueron entrevistadas. Qué pena, ¿no?

Pero es fácil y pedante despedazar un relato con tantos huecos y una redacción deficiente. Lo curioso no es el libro, sino la noción imperante que cierto sector de la población mexicana tiene del terror. Terror accesible y fácil de leer que, por estar peor narrado que una declaración ante el Ministerio Público, le da un tono dizque real. Y quizá esa sea su "virtud". Si estuviera bien escrito no se habría leído tanto.

Buena esa, Carlos Trejo.

lunes, 23 de octubre de 2017

Lobo solitario.

Como ya se acerca el Halloween tengo una historia de terror… más bien una anécdota creepy-pasta.

No tengo queja alguna sobre mi infancia. Disfruté una época gloriosa en la que todos querían ser mis amigos y a todas las niñas les gustaba. No fue algo que me haya propuesto, simplemente se dio así. De niños tenemos un carisma natural que nos hace fluir armoniosamente con la vida. No existe eso de esforzarnos por “ganarnos un lugar” en la sociedad ni elaboramos estrategias forzadas para caer bien a los que nos rodean, como tampoco los evaluamos concienzudamente para decidir si son “dignos” de nuestra amistad. Comenzamos a funcionar así una vez que la magia se ha perdido.


Recuerdo juntarme mucho con un par de vecinitas de mi edad, una de ellas muy resuelta y la otra muy tímida. La primera siempre me daba un beso (en la mejilla) al final del día. Yo me ponía muy nervioso a la vez que contento. La otra chiquilla sólo nos miraba. Cuando la primera se hizo mi novia, me propuso que antes de hacer oficial la relación, le concediera a la chica tímida un día como mi novia. Como si fuera yo un trozo de carne que pudieran utilizar a su antojo. Obviamente accedí. Teníamos 10 años.


Al entrar en la adolescencia todo cambió. De ser un “chico popular” me convertí en nadie. El raro, el anormal. Fue una trágica transición. La simpatía que nos unía se fue diluyendo durante el proceso de cambio. Ya me sentía como un idiota al estar frente a mis amigas y no era capaz de entablar conversación; entre más me esforzaba peor era el resultado. Mis amigos comenzaron a ensayar el rol que se supone exige el dejar de ser un niño. De repente ya estaban fumando o se habían hecho con refrescos, vasos de plástico y una botella de alcohol. Las otrora grandes pláticas sobre cine, fantasmas y extraterrestres decayeron en duelos de albures y referencias chocantes a nuestras amigas que ya mostraban cambios físicos. No fui capaz de emparejarme a ellos y poco a poco me fui haciendo a un lado. Al punto de sentirme ajeno al nuevo círculo que habían conformado.


Cuando coincidía con ellos en el patio, antes de saludarme ya me habían dirigido alguna broma que no entendía. Supongo que era su modo de indagar qué había pasado conmigo o reprocharme que ya no me juntara con ellos. La verdad los evitaba en medida de lo posible. Cuando los veía afuera reunidos prefería evitar pasar por donde estaban y me sentía avergonzado si me descubrían. El marcado contraste entre ellos y yo me hacía sentir un inadaptado, falto de malicia, de inteligencia, de “barrio”. Pero no podía quedarme vacío. Esa fue la época en que le tomé cariño a los libros. Me di a la lectura indiscriminada y reemplacé a los antiguos amigos con filósofos, gurús “new age” y personajes literarios.

Y al hacer eso confirmé mi transformación en lobo solitario adolescente. Fin.


lunes, 3 de julio de 2017

“¿Tenían ombligo Adán y Eva?” de Martin Gardner.

Terminé de leer “¿Tenían ombligo Adán y Eva?” de Martin Gardner. El autor destripa a los charlatanes de su tiempo, algunos de los cuales ni siquiera merecían ser desmontados, de tan desconocidos que resultan.

Llamó mi atención el capítulo sobre la inutilidad del psicoanálisis y su insistencia en interpretar los sueños en busca de un significado revelador. Me indignó el capítulo sobre aquél culto “Heaven's Gate”, que anunció la llegada de una nave extraterrestre tras el cometa Hale-Bopp, la cual los adeptos pensaban abordar despojándose de su cuerpo, cometiendo suicidio colectivo.

Me gustaron las reflexiones finales sobre la incapacidad del hombre para conocerlo todo, lo limitadas que son sus posibilidades y la soberbia que implica aspirar a un conocimiento absoluto:

"Consideremos el poquísimo tiempo que lleva la humanidad evolucionando en nuestro pequeño planeta. Parece improbable que la evolución se haya detenido en nosotros. ¿Alguien puede creer que dentro de un millón de años, si la humanidad todavía existe, nuestros cerebros no hayan evolucionado hasta mucho más allá de su capacidad actual? Nuestros parientes más próximos, los chimpancés, son incapaces de entender por qué tres por tres son nueve, ni ninguna otra de las cosas que se enseñan en la escuela primaria. Se hace difícil imaginar que dentro de un millón de años nuestros cerebros no puedan captar verdades sobre el universo que ahora están tan lejos de lo que podemos comprender como lo está nuestro entendimiento de la mente de un mono. Suponer que nuestros cerebros, en esta etapa del interminable proceso evolutivo, son capaces de saber todo lo que hay que saber, me parece el colmo de la soberbia." Martin Gardner.

domingo, 28 de mayo de 2017

Stanley Kubrick en la Cineteca Nacional (México).

"2001: A Space Odyssey" por Jordan Buckner.
Es una crónica de su carrera como fotógrafo y director. Hay un salón por cada película con afiches alusivos y objetos originales. Está el casco original de David Bowman (2001 Odisea del Espacio), guiones con notas al vuelo de Kubrick, la máquina de escribir de Jack Torrance (El Resplandor), el casco de Full Metal Jacket que dice "Born to Kill" y tantas cosas más... no he descrito ni el diez por ciento de lo que la exposición ofrece.

No soy erudito del cineasta pero encontré la expo fascinante. Amé los libros y guiones con anotaciones en manuscrito de Kubrick, su primera fotografía (un melancólico vendedor de periódico), las cartas que recibió de cristianos ofendidos por "Lolita" y "Naranja Mecanica" y una réplica de Hal 9000.

Lo malo es que algunas salas son algo pequeñas y de asistir a una hora concurrida suele aglomerarse la gente. Sugiero unos buenos tenis porque el recorrido toma por lo menos dos horas y algunas salas se ubican en tres pisos diferentes, lo que exige gran condición para subir las despiadadas escaleras. Mi novia y yo derrochamos algunas calorías en el esfuerzo.

Pero valió la pena.

miércoles, 5 de abril de 2017

Pros y contras de la posesión demoníaca.

Pros.

Aprendes nuevos idiomas: de pronto las barreras del idioma desaparecen y eres capaz de hablar lenguas antiguas con fluidez. Hasta te das el lujo de hablar al revés e incluso sostener pláticas coherentes como si fueras legión. No hablemos ya del dominio del lenguaje soez.

Habilidades extraordinarias: puedes levitar, aguantar días sin comer ni tomar agua, mover objetos sin tocarlos (telequinesis) y leer mentes (telepatía). Además de una flexibilidad que ya hubiese querido Van Damme en sus días de plenitud. De hecho logras contorsiones jamás vistas en ningún circo. Charles Xavier no dudaría en reclutarte para sus X-Men.

Las personas te temen: notas que evitan acercarse a ti. Te hablan con un respeto que no te hubieran tenido ni ganando un premio Nobel. Y si enmudecen ante tu presencia es porque ésta les impone. Te respetan por lo que eres, por lo que llevas dentro. No por tu dinero, profesión, posición social, etc.

Contras.

Acoso religioso: tu familia y amigos contratarán un reverendo que recitará pasajes bíblicos y letanías de expulsión para que tus demonios se vayan. Un asedio constante llevado al extremo al cual los demons terminan cediendo no por temor a Dios sino porque la religión acatarra.

Descuido y falta de aseo personal: días sin peinarte, bañarte, lavarte los dientes, cortarte las uñas o ir al baño como la gente civilizada. Una vez concluida la posesión dedicarás mucho tiempo a la reconstrucción de tu imagen personal. Y no olvides comprar un nuevo colchón.

Auto-flagelación: infringirse daño uno mismo con cortadas que dejarán cicatriz, huesos rotos o articulaciones que causarán dolencias permanentes. Todo ello consecuencia de llevar las capacidades físicas al máximo. Tan pronto recuperes control de tu cuerpo tendrás que ir a rehabilitación.