“¿Tenían ombligo Adán y Eva?”, Martin Gardner.
“Sin conciencia”, Robert Hare.
“Mientras escribo”, Stephen King.
“Meditaciones”, Marco Aurelio.
A pesar de ser lectura ligera me costó mucho trabajo leerlos.
Caio Resende |
Caio Resende |
Atentados contra la cultura y el buen gusto sobran y los habrá siempre. Desde el arte posmoderno a las guerras; de las sectas que quieren imponer su pensar único, al reggaetón. En México no queremos quedarnos atrás en cuanto a atentados literarios y hemos triunfado. Nuestro adalid, Carlos Trejo. Su obra, Cañitas (1995).
No me atrevería a catalogarlo como el peor libro de la historia. Estoy seguro que los hay más cutres, pero están mejor escritos. La redacción de Cañitas es catastrófica. Es difícil creer que haya sido escrito por un adulto; parece la narración de un niño de diez años y aún un chiquillo podría hacerlo mil veces mejor. Cañitas es una mancha indeleble que como lector te acompañará por siempre. Leer ese bodrio es ultraje intelectual.
Después se reeditó, aumentado, no corregido. Hay que tener agallas para volver a publicar un texto que exigía rectificación. Carlos Trejo, el trol de trols, respetuoso de su arrebato literario, lo conservó intacto. El muy cabrón volvió a recetarnos el mismo cuento y la lacra de México lo encumbró más que a José Emilio Pacheco (no exagero: los hay que jamás leerán Batallas en el Desierto pero cómo atesoran Cañitas).
Ahora pasemos a la historia, cuyas referencias aquí pueden ser erradas debido al tiempo que ha pasado desde que la leí... bah, además ni me importa. Cañitas narra el encuentro del autor a inicios de los 80's con fuerzas malignas y sobrenaturales que se atrincheran en su casa y le agravian moviendo objetos, reduciendo la temperatura, emanando malos olores, averiando la cafetera, el tostador (el horno de microondas no, porque en ese entonces no había), fundiendo focos e impidiendo que la luz del sol penetre felizmente por las ventanas... todo por jugar la Ouija. Algo así como Poltergeist pero sin presupuesto.
Carlos Trejo no es dejado y combate las fuerzas del mal que lo quieren echar de su inmueble. Consulta brujos, brujas, especialistas de lo paranormal, realiza limpias y hace bendecir la casa, pero nada surte efecto. En represalia los espíritus malignos (encabezados por uno que se cree monje) provocan la muerte a los más cercanos a Carlos, hacen sangrar la biblia del sacerdote y emiten rugidos en rechazo. Finalmente todo queda en empate: los espíritus no se van pero le bajan dos rayas a su desmadre y Carlos Trejo se resigna a cohabitar con ellos.
No voy a especular sobre la veracidad de la historia. Honestamente no puedo mas que considerarla una patraña mal estructurada y eso sin entrar en detalles de las mentiras e inconsistencias que posteriormente se expusieron en programas matutinos. Por ejemplo, el libro menciona personas fallecidas que después fueron entrevistadas. Qué pena, ¿no?
Pero es fácil y pedante despedazar un relato con tantos huecos y una redacción deficiente. Lo curioso no es el libro, sino la noción imperante que cierto sector de la población mexicana tiene del terror. Terror accesible y fácil de leer que, por estar peor narrado que una declaración ante el Ministerio Público, le da un tono dizque real. Y quizá esa sea su "virtud". Si estuviera bien escrito no se habría leído tanto.
Buena esa, Carlos Trejo.
"Consideremos el poquísimo tiempo que lleva la humanidad evolucionando en nuestro pequeño planeta. Parece improbable que la evolución se haya detenido en nosotros. ¿Alguien puede creer que dentro de un millón de años, si la humanidad todavía existe, nuestros cerebros no hayan evolucionado hasta mucho más allá de su capacidad actual? Nuestros parientes más próximos, los chimpancés, son incapaces de entender por qué tres por tres son nueve, ni ninguna otra de las cosas que se enseñan en la escuela primaria. Se hace difícil imaginar que dentro de un millón de años nuestros cerebros no puedan captar verdades sobre el universo que ahora están tan lejos de lo que podemos comprender como lo está nuestro entendimiento de la mente de un mono. Suponer que nuestros cerebros, en esta etapa del interminable proceso evolutivo, son capaces de saber todo lo que hay que saber, me parece el colmo de la soberbia." Martin Gardner.
"2001: A Space Odyssey" por Jordan Buckner. |
Pros.
Aprendes nuevos idiomas: de pronto las barreras del idioma desaparecen y eres capaz de hablar lenguas antiguas con fluidez. Hasta te das el lujo de hablar al revés e incluso sostener pláticas coherentes como si fueras legión. No hablemos ya del dominio del lenguaje soez.
Habilidades extraordinarias: puedes levitar, aguantar días sin comer ni tomar agua, mover objetos sin tocarlos (telequinesis) y leer mentes (telepatía). Además de una flexibilidad que ya hubiese querido Van Damme en sus días de plenitud. De hecho logras contorsiones jamás vistas en ningún circo. Charles Xavier no dudaría en reclutarte para sus X-Men.
Las personas te temen: notas que evitan acercarse a ti. Te hablan con un respeto que no te hubieran tenido ni ganando un premio Nobel. Y si enmudecen ante tu presencia es porque ésta les impone. Te respetan por lo que eres, por lo que llevas dentro. No por tu dinero, profesión, posición social, etc.
Contras.
Acoso religioso: tu familia y amigos contratarán un reverendo que recitará pasajes bíblicos y letanías de expulsión para que tus demonios se vayan. Un asedio constante llevado al extremo al cual los demons terminan cediendo no por temor a Dios sino porque la religión acatarra.
Descuido y falta de aseo personal: días sin peinarte, bañarte, lavarte los dientes, cortarte las uñas o ir al baño como la gente civilizada. Una vez concluida la posesión dedicarás mucho tiempo a la reconstrucción de tu imagen personal. Y no olvides comprar un nuevo colchón.
Auto-flagelación: infringirse daño uno mismo con cortadas que dejarán cicatriz, huesos rotos o articulaciones que causarán dolencias permanentes. Todo ello consecuencia de llevar las capacidades físicas al máximo. Tan pronto recuperes control de tu cuerpo tendrás que ir a rehabilitación.