Atentados contra la cultura y el buen gusto sobran y los habrá siempre. Desde el arte posmoderno a las guerras; de las sectas que quieren imponer su pensar único, al reggaetón. En México no queremos quedarnos atrás en cuanto a atentados literarios y hemos triunfado. Nuestro adalid, Carlos Trejo. Su obra, Cañitas (1995).
No me atrevería a catalogarlo como el peor libro de la historia. Estoy seguro que los hay más cutres, pero están mejor escritos. La redacción de Cañitas es catastrófica. Es difícil creer que haya sido escrito por un adulto; parece la narración de un niño de diez años y aún un chiquillo podría hacerlo mil veces mejor. Cañitas es una mancha indeleble que como lector te acompañará por siempre. Leer ese bodrio es ultraje intelectual.
Después se reeditó, aumentado, no corregido. Hay que tener agallas para volver a publicar un texto que exigía rectificación. Carlos Trejo, el trol de trols, respetuoso de su arrebato literario, lo conservó intacto. El muy cabrón volvió a recetarnos el mismo cuento y la lacra de México lo encumbró más que a José Emilio Pacheco (no exagero: los hay que jamás leerán Batallas en el Desierto pero cómo atesoran Cañitas).
Ahora pasemos a la historia, cuyas referencias aquí pueden ser erradas debido al tiempo que ha pasado desde que la leí... bah, además ni me importa. Cañitas narra el encuentro del autor a inicios de los 80's con fuerzas malignas y sobrenaturales que se atrincheran en su casa y le agravian moviendo objetos, reduciendo la temperatura, emanando malos olores, averiando la cafetera, el tostador (el horno de microondas no, porque en ese entonces no había), fundiendo focos e impidiendo que la luz del sol penetre felizmente por las ventanas... todo por jugar la Ouija. Algo así como Poltergeist pero sin presupuesto.
Carlos Trejo no es dejado y combate las fuerzas del mal que lo quieren echar de su inmueble. Consulta brujos, brujas, especialistas de lo paranormal, realiza limpias y hace bendecir la casa, pero nada surte efecto. En represalia los espíritus malignos (encabezados por uno que se cree monje) provocan la muerte a los más cercanos a Carlos, hacen sangrar la biblia del sacerdote y emiten rugidos en rechazo. Finalmente todo queda en empate: los espíritus no se van pero le bajan dos rayas a su desmadre y Carlos Trejo se resigna a cohabitar con ellos.
No voy a especular sobre la veracidad de la historia. Honestamente no puedo mas que considerarla una patraña mal estructurada y eso sin entrar en detalles de las mentiras e inconsistencias que posteriormente se expusieron en programas matutinos. Por ejemplo, el libro menciona personas fallecidas que después fueron entrevistadas. Qué pena, ¿no?
Pero es fácil y pedante despedazar un relato con tantos huecos y una redacción deficiente. Lo curioso no es el libro, sino la noción imperante que cierto sector de la población mexicana tiene del terror. Terror accesible y fácil de leer que, por estar peor narrado que una declaración ante el Ministerio Público, le da un tono dizque real. Y quizá esa sea su "virtud". Si estuviera bien escrito no se habría leído tanto.
Buena esa, Carlos Trejo.