sábado, 10 de diciembre de 2011

Guerra Mundial Z.

Estoy por terminar la lectura de «Guerra Mundial Z». Para nada pretendo restarle mérito a las obras de Manel Loureiro, que disfruté muchísimo, pero creo que este de Max Brooks es el mejor libro de zombies que he leído. Tiene una diversidad de personajes, situaciones e historias amplísima y, hasta donde voy, no me he topado con partes flojas o aburridas (Loureiro llega a ser demasiado descriptivo en Apocalipsis Zombie, y en momentos se vuelve pesado y el relato pierde agilidad).

Se compone de testimonios de sobrevivientes a la Guerra Mundial Z alrededor del mundo; desde los primeros «brotes», al surgimiento de la crisis, luego el pleno Apocalipsis y finalmente el resurgimiento de la humanidad como la especie dominante del planeta Tierra.

Me ha gustado tanto que no me importaría si la conclusión fuese mala. Es tan bueno que un mal final se diluiría en la calidad de la obra completa y no le haría mella. Lectura de entretenimiento, sí, pero muy bien lograda y que no decae en ningún momento. Aún me falta leer «Zombie Survival Guide» pero si he de posicionar mis tres libros favoritos de zombies, Guerra Mundial Z queda en primer lugar; en segundo y tercero, «Apocalipsis Zombie» y «Los Días Oscuros (también de Loureiro)», respectivamente.



martes, 27 de septiembre de 2011

«Urge un cambio psicológico», de Jiddu Krishnamurti.

Lo encontré en una caja. Yacía guardado ahí quién sabe cuánto tiempo y a la fecha ignoro de dónde proviene. Comencé a leerlo a principios del año 2000... creo que fue en el 2001. No recuerdo bien. Entonces sentía mucho interés por cuestiones que tuvieran que ver con la meditación o alguna forma de profundizar en mi mente y conocerme. Es una recopilación de diálogos entre Krishnamurti e interlocutores anónimos sobre temas como el miedo, el amor, la dependencia, el condicionamiento, los sueños, etc.

Me sucedió algo interesante con este libro. Al leerlo, sabía que el autor trataba de comunicar algo importante pero yo no era capaz de profundizar en ello. Sentía que, aunque lo leía con detenimiento no podía captar la esencia del mensaje. La mía era una lectura superficial. A pesar de que traía el libro conmigo a todas partes, no lograba penetrar en lo que me podía transmitir realmente.

De repente, por fin pude «entrar». No sé si alguien recuerde los estereogramas: aquellas imágenes planas en las que hay que entornar los ojos de cierta forma para poder ver lo que encierran. Bien, pues al comprender el libro ocurrió eso mismo, pero en mi mundo psicológico. Así que, para mi, ese libro tiene dos niveles de lectura distintos, si se puede decir así. Supongo que no es el libro en si, sino la filosofía de Krishnamurti. Quizá habría experimentado el mismo fenómeno con «Más allá de la violencia» o «El vuelo del Águila» si los hubiese leído primero. Pero no tenía otro libro mas que ese y no sabía nada del autor.

No sé si el libro me ha cambiado la vida pero ciertamente ha influido en mi forma de pensar y a la fecha lo sigo leyendo. Es uno de esos libros que considero «infinitos» en el sentido de que siempre puedo extraer algo más de ellos.

Fue una gran experiencia haberlo descubierto.

Krishnamurti en California, 1972.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Un tipo modesto.

Me gusta la soledad y el silencio.
Adoro el café negro, casi le rindo culto.
Gasto poco; soy austero.
Nunca asisto a fiestas o antros.
Auto-didacta y lector compulsivo.
Nostálgico, a veces melancólico.
Intento ser discreto en toda circunstancia.
Me obsesiona escribir en mi diario.
Observo sin ser partícipe.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Impaciencia del Corazón, Stefan Zweig.

Terminé de leer, por cuarta o quinta vez, Impaciencia del Corazón, de Stefan Zweig. Simplemente no lo supero; es uno de los mejores libros que he leído en mi vida. Tiene algo que me atrapa poderosamente. Son los personajes y la interacción entre éstos; las situaciones, tan humanas como extraordinarias; los procesos internos de Anton Hofmiller, tan similares a los míos, pero bellamente esbozados. Esa vulnerabilidad que permea el libro entero.

El libro es herencia de mi madre. Permaneció durante años acumulando polvo sobre la repisa. «Un libro viejo, aburrida literatura, pesada y obsoleta» pensaba inconscientemente cuando acaso leía el título de soslayo. Qué equivocado estaba. Dicen que los libros en general tienen sus partes buenas, sus partes malas. Impaciencia del Corazón rompe con esa arbitraria regla: es exquisito de principio a fin.

Un día lo escuché mencionar en un programa de radio. Una reseña vaga, pero que llamó mi atención. Por entonces comenzaba mi afición a los libros. Así que lo despojé de la tranquilidad en que por años reposaba y le di la oportunidad. O más bien, el libro me brindó el privilegio de regocijarme con sus páginas. Es pecado permanecer ignorante de las joyas que uno guarda en casa.

No podría rendirle justa reseña; no me alcanza el intelecto ni las palabras. Pero sí que merece mi reconocimiento, un pequeño tributo de mi parte. Pocos libros me han conmovido como ha hecho éste, que me hizo llorar la primera vez que lo leí. Más que una novela, es una sutil exploración al alma humana y sus debilidades. Stefan Zweig dota a sus personajes de una fragilidad que estremece.

Desde el punto de vista del condecorado Anton Hofmiller, quien se confiesa ante un recién conocido en una reunión, nos adentramos en su historia, de la cual han pasado ya varios años. Él, «joven e inexperto» teniente de 25 años, conoce en vergonzosa situación a Edith von Kekesfalva, una chica de 16 años. A raíz de la desafortunada circunstancia, que él se siente comprometido a compensar, surge una amistad basada en la compasión, sentimiento que le arrastra una y otra vez en contra de su voluntad.

Su calculada existencia en el regimiento, así como su gris vida interior, comienzan a ceder terreno a las nuevas experiencias (la charla amena con dos personas del sexo femenino) y emociones (el dar cariño y sentirse apreciado) en la mansión von Kekesfalva. Pronto su vida comienza a estrecharse con la de sus habitantes, más allá de lo que hubiese previsto.

Si bien Hofmiller es el personaje principal, cada personaje es entrañable. No existe carácter plano; si acaso unos mejor delineados que otros.  Lajos von Kekesfalva, misterioso al principio, se va descubriendo tan humano y frágil, atribulado por la tragedia de su hija. Edith, arrebatada, impetuosa, desesperada; anhelante de algo más que compasión. El doctor Condor, quien se nos presenta como despreocupado, resulta ser un gran hombre, que no abandona a nadie, vive entregado a los demás y está dispuesto a sacrificarse. Incluso los compañeros de Hofmiller, personajes secundarios, tienen su «magia».

La forma en que Stefan Zweig describe los detalles y sutilezas es precisa y bella (también le corresponde mérito al traductor, Alfredo Calm). No solo nos hace palpar cada suceso. También nos hace saborear las tensiones, goces, incomodidades, orgullo y dudas que experimenta Hofmiller en cada uno de ellos. En esa riqueza de detalles psicológicos descansa la profundidad de la historia que, si uno se deja llevar, es casi vivencial.

"...Sólo las cabezas huecas se sienten felices al obtener «éxito» cerca de las mujeres; sólo los necios se ufanan a causa de ello. Un hombre de verdad quedará más bien abrumado al comprender que una mujer está loca por él, sin que pueda corresponder a su sentimiento..."

Stefan Zweig.

sábado, 16 de abril de 2011

Eduard Punset: la química del amor.

Las tres fases del amor:

Impulso sexual.
Amor romántico.
Apego a una pareja de largo plazo.


 
"¿Qué hace que cuando entremos en un lugar lleno de gente nos fijemos solo en una persona? ¿Por qué esa persona y no otra de entre la multitud activa nuestros circuitos cerebrales y enciende la química amorosa?

"Sí, el amor es una droga adictiva. Una adicción positiva que provoca una feliz dependencia cuando se es correspondido y una ansiedad dolorosa, triste y a veces destructiva cuando es rechazado..."

"Una de las características del amor romántico es la obsesión por el ser amado. Pensar en él contínuamente, fantasear e inventar situaciones imaginadas, son consecuencias de un bajón de serotonina y un subidón de dopamina en el cerebro. De repente nos convertimos en un Sherlock Holmes de pacotilla, y analizamos todo lo que hace el otro, hasta el más pequeño detalle. Cualquier pequeña muestra de desatención puede desencadenar en nosotros una cascada de inseguridades, cuyo último escalón son los celos".

"La dopamina llega a regiones cerebrales, donde se genera la motivación para alcanzar recompensas. Si la recompensa tarda en llegar, los productores de dopamina prolongan su actividad; los niveles aumentan y la motivación cobra más fuerza. En los centros de la corteza pre-frontal es donde se evalúa la recompensa. Si ese teléfono todavía sigue sin sonar, se enviarán señales a la amígdala y se desencadenará la ira. De esta manera, el amor y el odio están íntimamente conectados en el cerebro, producen los mismos síntomas y ponen en actividad las mismas sustancias químicas".

"El amor y el odio son muy parecidos; la indiferencia es su contrario".

"En realidad tú no te enamoras de la persona que tienes enfrente. Te enamoras de lo que tú imaginas que la persona que tienes enfrente es. Te la inventas".

"Tendemos a crear un arquetipo tan sofisticado y tan ideal que luego no hay quien se le resista, o sea que, cualquier comparación con el arquetipo se derrumba; y de ahí ésta mayor soledad".

viernes, 18 de febrero de 2011

Just listen - Above & Beyond.



Observa el campo abierto
no hay nada ahí a qué temer
siente el flujo inmediato
de toda la gente aquí

Del día a la noche y
de la noche al día
un infinito mar de opciones
si acaso pierdes el rumbo
solo escucha tu voz
sólo escucha

Tu voz...

Del día a la noche y
de la noche al día
un infinito mar de opciones
si acaso pierdes el rumbo
solo escucha tu voz
sólo escucha

Tu voz...

sábado, 15 de enero de 2011

Eduard Punset: meditación y aprendizaje.

Excelente programa. Estoy de acuerdo con todo lo que propone; esto sí es conocimiento útil.