Es Bertrand Russell. Tiene una cualidad muy rara: humildad intelectual. Además de la gracia de abordar cuestiones complejas en lenguaje accesible y sin visos de soberbia (contrario a Sócrates, que se glorificaba a si mismo pisoteando a sus interlocutores por medio de su filosofía).
Bertrand Russell dice lo que es; expone los puntos flacos de religiones y posturas ideológicas pero jamás se expresa peyorativamente.
Para mí, Bertrand Russell es el arquetipo del hombre racional.
Lo conocí por dos libros: "La conquista de la felicidad" y "Por qué no soy cristiano".
Bertrand Russell dice lo que es; expone los puntos flacos de religiones y posturas ideológicas pero jamás se expresa peyorativamente.
Para mí, Bertrand Russell es el arquetipo del hombre racional.
Lo conocí por dos libros: "La conquista de la felicidad" y "Por qué no soy cristiano".
Hace un año más o menos un conocido adquirió 'La conquista de la felicidad' de B. Russell por recomendación mía. Al evocar mis comentarios sobre el libro, no recuerdo haber inducido la idea del mismo como 'receta' para la felicidad, pero sí halagado los razonamientos del autor al abordarla como una estructura (una conjunción de factores dentro o fuera de nuestro control) y no como algo intangible o ajeno al mundo externo.
ResponderEliminarEl título no es engañoso: advierte ya que la felicidad no es un regalo sino algo que se va construyendo, que tiene altibajos, que exige ciertas condiciones. Pero me quedó la impresión de que mi conocido lo adquirió esperando hallar la verborrea de 'superación personal' a que está habituado (el tipo de 'literatura' que más consume y predomina en su colección) y al toparse con razonamientos y análisis, se decepcionó, lo cual deduzco porque cuando volvimos al tema no fue muy entusiasta.
La anécdota me parece curiosa porque mi reseña no amerita haber propiciado en mi conocido el impulso de obtener el libro. Más bien lo sedujo su propia idea romántica y supersticiosa de la felicidad, de la que esperaba resonancia.
Ahí quedó el libro sepultado en su caótica mesa. Es probable que ni siquiera lo haya leído completo.
La moraleja es: no existe una fórmula mágica que nos haga felices, y la dicha que alcancemos no es inmutable. Saber eso, desechar las ideas mágicas sobre la felicidad quizá nos acerque un poco más a ella.