Una de las mejores formas de vender algo es transmitirlo como algo íntegro al personaje, sin evidenciarlo grotescamente. Originalmente, Sarah Connor se torna badass para proteger a John, no para demostrar lo “empoderada” que está. Su fortaleza nace del amor por su hijo, no de una impostura ideológica. Reinventada desde el feminismo, es inhumana, hueca e idiota.
El otro personaje, Grace, es peor: sólo le falta mascar y escupir tabaco. Más que guerrera, se comporta como camionero. Es extraño que una película que pretende glorificar a la mujer, le añada exageradas características masculinas a los personajes femeninos. Quiere volverlas más hombres que un hombre.
Los realizadores ya deberían notar que las feminazis a quienes dedican sus productos no suelen consumirlos. Ellas no pagan una entrada, sólo se cercioran de que tal o cual película se ajuste a su narrativa, pero no la ven. Así que el principal target no consume estos bodrios. Y como de antemano el sector que podría consumirlos ha sido excluido (hombres y mujeres racionales y fans old school) son productos que básicamente nacen muertos.
El feminismo racional es necesario. El problema es el radical que quiere, literalmente, castrarnos a todos. Hiede a sociopatía. No está mal que haya panfletos feministas disfrazados de película, pero que se quiera encapsular el cine entero dentro de la ideología ya comienza a parecer adoctrinamiento.
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