viernes, 15 de noviembre de 2019

Terminator Dark Fate.

Terminator Dark Fate retoma la historia desde Terminator 2. Intenta ser la secuela oficial omitiendo películas posteriores. No le falta acción y es entretenida. Muchas secuencias son déjà vu de las ya vistas en Terminator 1 y 2, plagio aprobado por el propio James Cameron. La película se enfoca mucho en la reivindicación del poder femenino.

Una de las mejores formas de vender algo es transmitirlo como algo íntegro al personaje, sin evidenciarlo grotescamente. Originalmente, Sarah Connor se torna badass para proteger a John, no para demostrar lo “empoderada” que está. Su fortaleza nace del amor por su hijo, no de una impostura ideológica. Reinventada desde el feminismo, es inhumana, hueca e idiota.

El otro personaje, Grace, es peor: sólo le falta mascar y escupir tabaco. Más que guerrera, se comporta como camionero. Es extraño que una película que pretende glorificar a la mujer, le añada exageradas características masculinas a los personajes femeninos. Quiere volverlas más hombres que un hombre.

Los realizadores ya deberían notar que las feminazis a quienes dedican sus productos no suelen consumirlos. Ellas no pagan una entrada, sólo se cercioran de que tal o cual película se ajuste a su narrativa, pero no la ven. Así que el principal target no consume estos bodrios. Y como de antemano el sector que podría consumirlos ha sido excluido (hombres y mujeres racionales y fans old school) son productos que básicamente nacen muertos.

El feminismo racional es necesario. El problema es el radical que quiere, literalmente, castrarnos a todos. Hiede a sociopatía. No está mal que haya panfletos feministas disfrazados de película, pero que se quiera encapsular el cine entero dentro de la ideología ya comienza a parecer adoctrinamiento.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Leer es para burgueses.

El jueves 26 de septiembre hubo en el centro de la ciudad de México, una marcha en memoria de 43 supuestos estudiantes desaparecidos hace cinco años en Ayotzinapa, tema irrelevante pero muy explotado por los de izquierda. Daño colateral de esa marcha lo sufrió una sucursal de la librería Gandhi, con algunos saqueos, un intento de incendio y una pinta que decía “leer es para burgueses”.

Cada vez que reactivo Facebook tengo la “fortuna” de leer cada cosa. Esta vez tropecé con un post de una chica celebrando el vandalismo a la librería Gandhi. Borró su post al día siguiente a pesar de la tremenda aprobación y no se me ocurrió tomar una captura, pero básicamente decía que ese tipo de locales merecen el vandalismo por sus elevados precios y hacer de la literatura un lujo para seudo intelectuales, a la vez que hizo defensa de autores de bajo perfil. Justificó los daños causados alegando que a la empresa le sobran recursos para repararlos a la vez que invitó la compra de libros en librerías de viejo.

No comparto la premisa de “leer es para burgueses”. ¿Desde cuándo los libros se han vuelto inaccesibles? Desde cualquier dispositivo se puede acceder a libros en pdf. Hay “burgueses” que no leen, y no todo el que compre un libro en Gandhi es necesariamente “burgués”. ¿Y qué tiene qué ver que la empresa sea capaz de indemnizar los daños, con la licencia para causarlos? Una cosa no justifica la otra. Legitimar el vandalismo sin razón es propio de una persona que, efectivamente, jamás ha abierto un libro.

Decía la chica que, por ser Gandhi una empresa más próspera que editoriales pequeñas, es válido causarle pérdidas. No se pone a pensar que Gandhi empezó como un proyecto pequeño que fue creciendo hasta ser la empresa que es hoy. O sea que si una de esas editoriales “underground” que tanto defiende comienza a crecer, considerará válido causarle pérdidas. Será el objetivo a atacar por el “delito” de atreverse a prosperar. No se trata de si la librería vende caro su producto, se trata de acceso a la cultura. Una librería que cierra es pérdida para todos.

Su poco criterio llegó a lo insultante al valorar un libro por el modo en que se distribuye, en vez de por su contenido. Que un libro se publique de forma independiente no lo hace bueno por default, así como un libro exhibido en Gandhi no es forzosamente malo. ¿Qué pasaría si la Gandhi decide distribuir un libro independiente, de los que ella tanto defiende? Según su lógica, tendría que ser quemado en el acto.

Luego descubrió el hilo negro al escribir "esa librería es puro negocio". La literatura toda es negocio. El 99 por ciento de los autores publican con intención de que su libro se venda lo más posible, incluso los que ella asume son mejores por ser poco difundidos. También cabe la posibilidad de que no son leídos por ser autores mediocres, pero a la chica esto no se le ocurre.

En fin, se vale ser imbécil pero no airear la imbecilidad en redes. Toda su diatriba deja entrever que le encoleriza no tener el nivel económico para adquirir esos libros, cuando da lo mismo acceder a ellos en formato digital o en librería. Lo importante es el contenido. Ah, pero son los burgueses los obsesionados con lo material.

Las personas de izquierda comparten casi todas este defecto: tienden a despreciar todo aquello que no pueden adquirir y buscan su aniquilación, simplemente porque no puede ser suyo. Atacan lo que desean en vez de atacar su propia incapacidad para generar un mayor ingreso monetario. En vez de buscar cómo prosperar, se enroscan en una maraña ideológica que les convence de que está bien ser mediocres y que la búsqueda de prosperidad es una siniestra y mezquina trampa capitalista. Un cóctel para el resentimiento.

Por eso es difícil hallar un "zurdo" feliz. De hecho su conversación siempre gira en torno a equis enemigo, oculto o manifiesto, que se empeña en mantenerlo subyugado. Una mentalidad paranoica que casi siempre conduce a un comportamiento airado, de revanchismo. 

viernes, 27 de septiembre de 2019

Rambo: Last Blood.

La premisa es simple: hombre anacrónico y cansado tiene una última pelea para proteger a un indefenso en un mundo que no es el suyo. Planteamiento ya visto en Batman: The Dark Knight Returns, Gran Torino, Logan o Blood Father. Aquí, un Rambo ya viejo abandona su retiro para enfrentar al crimen organizado en pos de rescatar a su sobrina. Una oscura ampliación a la ruta del héroe.

Rambo Last Blood puede resultar chocante para algunos debido a su violencia extrema. En México dudo que eso signifique un punto en contra. Habituados como estamos a la violencia (la sufrimos y ejercemos muy a gusto) lo que muestra la película sigue siendo leve en comparación con cualquier video de ejecución real que circule en redes sociales.

Hay cosas que para la audiencia general quizá resulten muy ajenas. El mundo en que Rambo se interna al cruzar la frontera parecerá acorde a la ficción de tan siniestro, pero la realidad es que ese tipo de gente y lugares existen. Ocurren cosas peores que lo mostrado en la película. La escena donde miembros del crimen organizado se abren paso impunemente entre la policía no es exageración. Es conocido el vínculo entre los cárteles y el estado. Que la película lo resalte mucho no lo hace ficticio.

En lo personal siempre he encontrado agradable el arquetipo del tipo sombrío que hace justicia por mano propia. No estoy peleado con ese concepto. Death Wish, Dirty Harry, Punisher, apuntan a la necesidad del individuo por compensar la incompetencia de las autoridades. La violencia extrema a la que a veces recurren, es otra cosa.

La mayoría de las críticas a Rambo Last Blood han sido desfavorables, pero esto tiene su explicación y no es por la película en sí. Los llamados progres suelen cargar las tintas contra lo que no se aviene a su ideología. Su idea de un mundo mejor tiende a un delirio de control y censura absolutos. Buscan carcomer incluso películas hechas para mera distracción. Nada se salva de su tiranía.

Es absurdo buscar una crítica honesta, por ejemplo, en Rotten Tomatoes, que ha sido tomada por la progresía. El plan es encauzar todas las opiniones hacia su ideología hasta adueñarse de cada plataforma, para ejercer activismo desde cada una de ellas. Lo cual no implica que la película sea mala, sino que las críticas intentan socavarla por no avenirse a su narrativa.

En mi opinión, Rambo Last Blood está muy bien lograda. Te respeta como espectador al asumir que eres lo suficientemente maduro como para confrontar escenas fuertes. En cuanto a hacer rabiar a los progres, lo ha hecho excelente. Basta un veterano de guerra de 70 años con un cuchillo, para detonar la conocida indignación sobre un racismo, misoginia y conservadurismo rancio, que en este caso son inexistentes. Me explico:

Dicen que Rambo es racista: tan no lo es, que ha adoptado como familia a dos mujeres latinas.
Dicen que Rambo es misógino: tan no lo es, que arriesga su vida en un entorno peligroso para salvar a su sobrina del crimen organizado.
Dicen que Rambo es machista: tan no lo es, que siente empatía y afecto. Cuando atacan a uno de los suyos, lo defiende.
Dicen que Rambo es conservador: no hay apología velada o explícita al gobierno de Donald Trump.

Según los progres, la masculinidad es un patrón de conducta dañino que debe desaparecer. Su propuesta es un patrón opuesto, que nos convirtamos en pequeños hombrecitos apagados y sumisos: niños soya faltos de testosterona. Consideran que Rambo es un personaje fuera de su tiempo, que trae al presente el peligroso arquetipo de tipo duro, auto suficiente y resuelto.

domingo, 25 de agosto de 2019

La prostitución del budismo.

Durante esta semana vagando por internet, di con el streaming de un usuario que se auto proclama periodista. En realidad no sé si realmente lo sea, pero hay que reconocer que se esfuerza. Sus transmisiones tienen bastante calidad; en cuanto al contenido o la llamada línea editorial, eso no me atrevería a elogiarlo.

En un momento dado hizo pausa al tema original y dijo saber mucho de budismo, tanto, que incluso poseía dos estatuas de Buda. Las mostró a la cámara y comenzó a contar una historia con metáforas de esas que son recurrentes en toda corriente de desarrollo espiritual. Le escribí que ambas estatuas representaban personajes y filosofías distintas. Una era Buda el Iluminado, y la otra era Budai, símbolo de la alegría y la prosperidad. Comenté que la confusión proviene de la similitud del nombre, error que se ha propagado en occidente.

Me dijo “amigo, no te hagas bolas; además, cuando quieras te doy cátedra de budismo”. Le dije que sería interesante recibir cierta instrucción para aclarar dudas, y que el narcisismo moral no era propio del budismo, aludiendo a su obvia pretensión de saber tanto. En ese momento me echó de su streaming y ya no pude acceder nuevamente.

Supongo que no debí decir eso, pero también creo que se sabe más de una persona por sus reacciones que por lo que dice. No soy defensor del budismo ni tengo afinidad por esa doctrina, como tampoco me importa si alguien decide abrazarla. Por un tiempo tuve interés en ella y concluí que, aunque no resulta satisfactoria para todos y tiene deficiencias atroces, aún ofrece algo sobre lo cuál reflexionar. Pero creo que el budismo ha sido secuestrado por una masa de gente que gusta revestirse de él sin aplicarlo en absoluto. Me atrevería a asentar que todo aquél que anuncie a viva voz su amor al budismo, no lo practica para nada. Y que hay personas que sin hacer la mínima alusión al él, quizá lo han entendido mejor. Basta observar cómo se comporta la gente que se arroga grados espirituales: es incluso más resentida y perversa que la gente normal.

El budismo se ha convertido en el comodín al que se recurre primero cuando se trata de obtener un encumbramiento inmediato a ojos de los demás. Cuando nos sabemos vacíos y carentes de cualidades reales, basta decir que somos budistas y tirar retahíla espiritual, para subsanar las deficiencias que queremos ocultar. Con la ventaja adicional de que, al ofrecer cualidades que no tienen cimiento en el mundo material (el nivel espiritual es algo que no se puede medir o comparar), somos inmunes a una valoración objetiva. El budismo es el refugio perfecto porque ofrece a cualquiera la facilidad de aparentar virtudes sin que se le pueda exigir evidencia concreta de ellas. Es una especie de atajo, un documento falso que nos acredita como algo que no somos.


domingo, 18 de agosto de 2019

Bigger (2018).

Película sobre Joe Weider, pionero del culturismo y fundador de la Federación Internacional de Fisicoculturismo (IFBB). Si bien en su momento el fitness no era un concepto desconocido (gracias a Jack Lalanne, el padrino del fitness), tampoco formaba parte de la vida del ciudadano común. Joe se propuso hacerlo un hábito general.

Las actuaciones son pobres y algunas situaciones son de telenovela. Todo está relacionado con el culturismo, incluso la muerte, lo que hace que algunas líneas sean chuscas ("los veré desde el cielo, vigilando que realicen la última repetición de cada set"). El actor que interpreta a Weider tiene el carisma de una tabla, es inexpresivo. El personaje antagónico es el clásico malvado que ríe siniestramente después de formular sus planes.

La película tiene hechura similar a las que realizan los grupos sectarios con fines proselitistas. Es como un filme cristiano o de cienciología, solo que aquí la religión es el culturismo. Pero la ambientación de los años cuarenta y cincuenta está bien lograda.

La escena medular es cuando Weider conoce a un joven Arnold Schwarzenegger, que está entrenando con barriles de vino en un escondrijo oscuro. Weider le extiende un dibujo en el que Arnold se reconoce. Weider le explica que ha dibujado ese arquetipo toda su vida. Ese encuentro supone un parteaguas.

El tema que siempre se escamotea es el uso de esteroides y esta película comete la misma omisión. Quien quiera enterarse del consumo subterráneo de esteroides deberá hacer una indagación propia en foros de internet. Y de tantos documentales solo hay uno honesto, "Bigger, Stronger, Faster", que expone el uso de sustancias por todos aquellos que se dicen “naturales”.

Si bien la intención de Weider era popularizar el culturismo, a casi ochenta años sigue siendo una práctica ajena al hombre común. La película muestra cómo Weider traiciona su propio objetivo: de ser éste hacer del culturismo algo colectivo, termina convirtiéndolo en algo de élite, buscando “especímenes“ inusuales para usarlos como imagen de la IFBB.

El culturismo no es para todos. No se puede masificar una práctica que exige un desembolso importante: gimnasio, alimentación, suplementos, implican un gasto que pocos pueden efectuar. Sin embargo, el discurso sigue siendo que todos deberíamos dedicar tiempo, dinero y esfuerzo a la consecución de un físico excepcional. Esta contradicción entre el ideal y la realidad suele frustrar a los que han picado el anzuelo. Así, lejos de provechoso se torna opresivo.

El culturismo actual solo genera morbo ante los cuerpos hechos de esteroides que no lucen sanos ni estéticos. De hecho, en una entrevista el propio Arnold Schwarzenegger señala la decadencia del culturismo actual y propone su depuración: un regreso a los ideales estéticos de la llamada Era Dorada.